Dilma Rousseff, economista de 62 años, será la primera mujer presidente en 111 años de historia de Brasil. Desconocida poco tiempo atrás para la mayoría de los electores, la ex-súper ministra de Lula, ex-funcionaria técnica y ex-guerrillera, tiene posibilidades de ser elegida en el primer turno, el domingo 3 de octubre, montada sobre la ola de la popularidad del presidente más querido en la historia de Brasil: Lula acumula 81,4% de aprobación al fin de sus 8 años de mandato. Apenas un 3,9% cree de los brasileros cree hoy que el gobierno fue malo o pésimo. En el exterior, su imagen lo coloca como uno de los grandes líderes en lo que va del siglo.
La elegida de Lula ocupará el mandato número 50, pero en la historia, antes de ella, fueron 43 presidentes. Como es costumbre en el país, se los conoce por el nombre o por un apodo. Mas de un mandato tuvieron Lula, Luiz Inácio da Silva (2), FHC (“efeagacé”, o Fernando Henrique) (2), Joao Goulart (2), Getúlio Vargas (4) y Deodoro da Fonseca (2). El primero el Marechal (Mariscal) Deodoro, que asumió el 25 de febrero de 1891. Dilma es la quinta persona en ocupar la presidencia del país después del pleno regreso de la democracia: Fernando Collor de Melo, Itamar Franco, Fernando Henrique Cardoso y Lula la precedieron. Asume un país en crecimiento acelerado, con perspectiva de superar el 7,5% este año y muy pocas posibilidades de caer abajo del 5,5% los próximos cuatro. Los indicadores de desempleo mejoran, como la actividad industrial, el número de pequeñas y medianas empresas, las exportaciones y la estabilidad monetaria. Y, sin embargo, los desafíos no son pequeños: a pesar de los avances, el país arrastra la deuda histórica de la desigualdad social y las prácticas políticas sufren la marca del clientelismo y la corrupción.
Para entender el crecimiento de quien dos años atrás era una ministra de perfil técnico, desconocida para el público, hay que mirar a lo social: Brasil vive hace 15 años un proceso de movimiento ascendente en la pirámide económica que representa, a la vez, un cambio estructural de la sociedad y un motor seguro para la economía durante las próximas décadas. Son 29 millones de personas subiendo a de las clases D y E a la clase C (groso modo, familias que ganan entre R$ 1150, unos u$ 650, y R$ 4.800, unos u$ 2.750, por mes), la llamada “nueva clase media”, que hoy suma 98 millones de personas, por primera vez más de la mitad de la población total del país. Esto significa, por ejemplo, que en 10 años se duplicó el ingreso de alumnos a la universidad (lo que no es poco importante: 22.319.443 electores tienen menos de 24 años!). Es gente comprando su primer auto, su primer departamento. Gente amueblando, contratando planes de salud, buscando escuelas, comprando computadoras, revistas, libros, celulares, comida, ropa...
Para esto concurren varios factores. La urbanización acelerada de la segunda mitad del siglo XX, que llevó a multitudes del campo a las grandes metrópolis, creando favelas, degradación ambiental y tensiones sociales vividas como inseguridad, pero también escolarizando a millones de “crianças”. La estabilidad monetaria instaurada en el gobierno Itamar Franco, consolidada por su ex-ministro de Economía, Fernando Henrique, y preservada por los dos gobiernos Lula. El crecimiento del la economía del mundo y el alza de la commmodities, junto con el desarrollo del país como productor minero y, fundamentalmente, agropecuario (entre las zafras 1999/2000 y 2009/10, la producción de granos creció a un ritmo anual de 5,9%, saltando de 83 a 147 millones de toneladas). Y los programas de transferencia de ingresos a los grupos más desfavorecidos de la sociedad. Iniciados por Fernando Henrique Cardoso a mediados de lo 90, ganaron un impulso decisivo, y dimensiones varias veces mayores, de parte de Lula, desde 2003. Los números son impresionantes.
Bajo el paraguas del Programa Fome Zero (Hambre Cero), lanzado en 2003 por Lula, se organiza una serie de programas, entre los cuales el más importante es Bolsa Familia, que complementa los ingresos de las familias más pobres, con menos R$ 140 de ingreso mensual (aproximadamente u$ 80), condicionando la ayuda a la frecuencia escolar y al cumplimiento de metas vinculadas con la salud. Para recibir el dinero, las madres deben cumplir con controles de rutina y matricular a sus hijos en las escuelas, por ejemplo.
Creado a partir de programas heredados del gobierno Cardoso, en su inicio el programa atendía a 3,6 millones de familias; actualmente son 12,5 millones de familias, con presencia en cada uno de los 5.564 municipios brasileros. El beneficio por grupo familias es variable, según el número de hijos y la escolarización, y genera encendidas críticas por parte de las elites, que ven el riesgo de crear hábitos y acusan desvíos y uso electoral. Subproductos de los programas asistenciales, algunos indicadores muestran mejoras innegables. Cerca de 49 millones de personas, 57% con menos 17 años, fueron beneficiados por el programa, al que se adjudica el mérito de reducir la pobreza extrema del 12 al 4% entre 2003 y 2008. En el mismo período, el número de pobres (con ingreso de hasta medio salario básico mensual) se redujo en 24 millones de personas: del 42,7% al 28,8% de la población brasilera. La desnutrición infantil, por ejemplo, que entre 2002 y 2006 cayó del 4,6% al 1,7%; entre 2002 la mortalidad infantil se redujo en 45. Mientras tanto, entre 2006 y 2009 la frecuencia escolar de los beneficiados por el Bolsa Familia aumentó del 62,8% al 84,5%.
A los programas de redistribución de la riqueza se agregan otros como el PRONAF, Programa Nacional de Apoyo a la Agricultura Familiar, que asiste a no menos de 2,5 millones de agricultores, y el PAC, Programa de Aceleración del Crecimiento, con inversiones billonarias en infraestructura. Súmese la mejora en el salario mínimo, que aumentó su poder real de compra, impactando no solo en la base de los trabajadores sino también en más de 16 millones de jubilados, y la creación de puestos de trabajo formal.
Estos datos pueden ayudar a entender la distribución de la intención de voto por región: si en el más rico Sudeste, que abarca a San Pablo y Río de Janeiro, las encuestas le daban una intención de voto del 45%, en Nordeste la intención de voto es del 64%. No por acaso: en el NE se concentraba, al momento de asumir Lula, la mitad de los pobres brasileros; en esta región el 11% de los votantes es analfabeto, frente al 3,55% en el SE. Y mirando a Brasil como un todo, apenas un 3,8% de los 135.604.041 electores tienen formación universitaria completa: son 5.135.509 brasileros, frente a los que 64.703.899 que declaran leer y escribir o tener la escuela primaria incompleta. No son las elites las que deciden quién gobierna.
Es que no hay que engañarse por las cifras espectaculares de crecimiento, ni por las imágenes de las grandes ciudades como San Pablo: en muchos aspectos Brasil aún está atrasado en la agenda del desarrollo. Si el tamaño de la economía coloca al vecino gigante entre las 10 mayores economías del planeta, la renta per cápita lo lanza ladera abajo, a la posición 75ª del ranking según datos del FMI (renta per capita de US$ 10.514 anuales) o 72ª según el Banco Mundial ( US$ 10.427 anuales). Cuando se aplica el IDH, Índice de Desarrollo Humano, calculado por la ONU, Brasil está en el 75º lugar, con un índice de 0,813 en una escala que va del 0 a 1 (cuanto más alto el índice, mayor el desarrollo humano), atrás de Chile (44º del ranking, con índice 0,878), Argentina (49º, 0,866) y Venezuela (58º, 0,844).
Brasil es, a pesar del crecimiento y de los cambios en curso, uno de los países más injustos del mundo en términos de distribución de la riqueza. Según investigación presentada en julio por el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo), tiene el tercer peor índice Gini: 0,56 en el mundo. Este indicador, creado por un matemático italiano a inicios del siglo XX, es usado para medir la desigualdad en la renta: cuanto más cerca está de 1, más desigual es el país. Brasil empató con Ecuador y quedó atrás de Bolivia, Camerún y Madagascar, con 0,60, y de Sudáfrica, Haití y Tailandia, con 0,59. En América Latina cuatro países están mejor posicionados, con 0,49: Costa Rica, Argentina, Venezuela y Uruguay.
Dilma, hija de Lula, madre del PAC
La victoria casi segura en las elecciones del domingo es de Lula, en primer lugar, de Dilma en segundo, y apenas en tercer lugar del PT, el Partido de los Trabajadores fundado por el presidente que deja el poder. Dilma no es del riñón partidario, ni especialmente querida por los cuadros. Su temperamento duro, diferente del perfil siempre negociador del actual presidente, le ha hecho ganar varios enemigos. Se afilió al partido hace menos de menos de diez años, cuando ya era Secretaria de Energía del gobierno del estado de Río Grande do Sul. A los candidatos naturales los fue bajando la seguidilla de escándalos de corrupción que marcaron los dos mandatos de Lula y que, aunque nunca lo mancharon directamente, siempre le llegaron muy cerca. Candidatos naturales del PT y que ocupaban altos cargos en su administración como el ex jefe de la Casa Civil, José Dirceu y el ex Ministro de la Hacienda, António Palocci, sucumbieron en medio de escándalos de corrupción con mucha cobertura mediática. "Dilma no tiene ningún prestigio personal político. Era una burócrata y desconocida hasta 2005. Su candidatura se da simplemente por la falta de liderazgos en el primer escalón del PT, después de los escándalos de corrupción en los gobiernos de Lula", analiza el científico político Rafael Cortez, de la consultaría Tendencias.
Dirceu y Palocci hoy están a frente de la campaña presidencial de Dilma con profesionales y equipo de primera línea para mostrar lo que el gobierno de Lula hizo por la población brasileña y a Dilma como el brazo derecho de Lula. Era Ministra de Minas y Energía de Lula y remplazó José Dirceu al frente de la Casa Civil después de descubierto el esquema de desvíos que se daba a poco metros de la sala del presidente. La Casa Civil es una institución que brinda apoyo al presidente; su titular, muchas veces comparado a un primer ministro, suele ser la persona más fuerte de un gobierno presidencialista, después del titular del Poder Ejecutivo.
En clima de campaña, Lula presentó a Dilma como “la madre del PAC” (Programa de Aceleración del Crecimiento). Lanzado en 2007, luego después del inicio del segundo mandato, prometió invertir en infraestructura, R$ 503 mil millones . Aunque la ONG Cuentas Abiertas afirma que hasta el fin de 2009, solamente 9,8% de las obras del PAC fueron concluidas, y 62% ni siquiera salieron del papel. En marzo de este año, el gobierno federal lanzó el PAC2 con inversiones de R$ 1.590 billones (lo que a la usanza americana se llamaría 1,59 trillones) en una serie de inversiones en transporte, energía, cultura, medio ambiente, salud, área social y habitación.
La operación Dilma está dando éxito y hoy la candidata asociada al éxito de los programas de transferencia de ingresos, lo que explican el 22% de ventaja sobre el candidato del PSDB, José Serra, ex-gobernador de San Pablo y político con larga carrera. en el partido de Fernando Henrique Cardoso.
Guerrillera Dilma
Hija de un inmigrante búlgaro naturalizado brasilero (Pétar Russév, que se abrasileró Pedro Rousseff), Dilma creció en Belo Horizonte, MInas Gerais. Fue casada y se separó dos veces, y tiene una hija de su segundo casamiento. Su primer marido fue el periodista Cláudio Galeno Linhares, compañero de militancia en la Organización Revolucionaria Marxista Política Operaria (POLOP), con quien entró en la clandestinidad tras la suspensión de los derechos constitucionales instituida por el AI5 (Acto Institucional nº 5), firmado el 13 de diciembre de 1968 por el presidente Costa e Silva. Dilma se sumó al Comando de Liberación Nacional - Colina. En esa época conoció al abogado Carlos Franklin Paixão de Araújo, quien sería su segundo marido y con quien inició una sociedad política que duraría muchos años. Los grupos extremistas de izquierda Colina y VPR (Vanguardia Popular Revolucionaria) se unieron para forman la Vanguardia Armada Revolucionaria Palmares (VAR-Palmares), responsable por el operativo comando que, el 18 de julio de 1969, robó en Río de Janeiro la caja fuerte del gobernador paulista Adhemar de Barros, con u$ 2,5 millones. Numerosos artículos periodísticos adjudican la coordinación del operativo a la futura presidente, que no habla sobre el tema y que niega haber tenido participación directa en cualquier acción armada, aunque reconoce haber recibido entrenamiento militar en Uruguay.
Presa a principio de 1970, fue torturada por la policía, estuvo dos años detenida y tuvo los derechos políticos retirados por 10 años. Una vez en libertad se instaló en Porto Alegre, donde, en1974, retomó los estudios de economía. En 1976 nació su única hija. El retorno a la política se daría como funcionaria del Partido Democrático Trabalhista (PDT), apoyando a su marido en la elección como diputado por el estado. Poco después sería designada secretaria de Hacienda de la Municipalidad de Porto Alegre. Tras un paso por la Secretaria de Minas, Energía y Comunicações de Río Grande do Sul, y luego de separarse de su segundo marido, Dilma se aproximó al PT y a Lula. Integró el equipo de transición del gobierno Fernando Henrique Cardoso para el primer gobierno Lula y fue designada Ministra de Minas y Energía del país, cargo con gran destaque después de una fuerte crisis de energía que Brasil enfrentó en el segundo período de Fernando Henrique. Por su buen trabajo y por su personalidad fuerte, fue elegida por Lula para substituir José Dirceu al frente de la Casa Civil, cargo que mantendría tras la reelección. En 2007 Lula ya habla de Dilma a sus compañeros de partido. En 2009 le fue diagnosticado un cáncer en el sistema linfático. Luego de un tratamiento de quimioterapia de cinco meses fue anunciada su total recuperación. Se la nombró oficialmente precandidata a presidente en el 4º Congreso Nacional del PT, en Brasilia, en febrero de 2010.
Política exterior, ideología y negocios
“El pueblo votará en Dilma por la continuidad de los programas de Lula, aunque ella sea desconocida en una serie de campos, y una de ellos es en la política externa”, afirma el licenciado en ciencias políticas de la consultaría Tendencias, Rafael Cortez. Habrá un cambio de una diplomacia mas presidencialista, para un destaque mayor para el cuerpo diplomático del Ministerio de las Relaciones Exteriores de Brasil. Lula es popular no solo en Brasil, sino también en varios países, sobre todo los que tienen gobiernos más a la izquierda. Además, en los bastidores del gobierno, se habla mucho del genio difícil de Dilma. No sin preocupación.
"En las relaciones internacionales, pienso que no va a cambiar mucho. Brasil seguirá con su liderazgo político en Latinoamérica y también su posicionamiento en el mundo. Pero Lula, con su ambición, adoptó nuevas agendas como de la aproximación con Irán”, dice Cortez. El Itamaraty (sede de la diplomacia brasilera) cada vez más presenta un fuerte direccionamiento ideológico en línea con el PT, liderado por el propio Ministro Celso Amorim, y por el Asesor de Asuntos Internacionales de la Presidencia, Marco Aurélio Garcia. “Cuando el PT llegó al gobierno, la macropolítica del gobierno anterior de FHC siguió, entonces el PT vio en el Itamaraty un espacio para trabajar ideológicamente. La presencia de Lula en fóruns y cuestiones políticas, como la decisión de hablar con los israelíes y los palestinos – tiene el claro objetivo de que Brasil tenga un lugar fijo en el Consejo de Seguridad de la ONU. Aunque esas intervenciones de Lula no siempre dieron buenos resultados”, esclarece Cortez.
Una elección ideológica repercute en el ámbito comercial. Ya se habla en la no renovación del Sistema General de Preferencias (SGP) de la OMC para Brasil. “Lula se acercó de gobiernos de izquierda, no solo en Latinoamérica, pero en países que poco conoce, como al Irán del presidente Mahmoud Ahmadinejad y su proyecto nuclear. La relación con el país del Oriente Medio en el momento que la ONU impone sanciones económicas por su programa nuclear puede afectar Brasil comercialmente”, advierte preocupado el director de Asuntos Internacionales y Comercio Exterior de la Federación de la Industrias del Estado de Sao Paulo (FIESP), Ricardo Martins Martins.
Especialistas piensan que el próximo gobierno tendrá que trabajar y fortalecer el bloque del Cono Sur. Aunque en los últimos años de Lula, el foco fue trabajar políticamente en Latinoamérica, con la creación del Unasur como resultado visible, hay descontento entre los empresarios por el rumbo que tomó el Mercosur. El Unasur es visto como “es una utopia de la izquierda Latinoamérica para fortalecerse contra la OEA, que tiene EUA como su gran líder”, cree Cortez. “No somos una isla, la no dependencia de Latinoamérica de otros países ricos como EUA es una ilusión. Él propio Fidel Castro reconoció eso. Deberíamos pensar en un bloque fuerte del Mercosur para poder defender los intereses comerciales de los países frente a los demás”, dice por su parte Martins.
Lula, la prensa y las deudas
Una fuerte polémica enfrenta a buena parte de los grandes medios de comunicación, y a las elites, con el gobierno de Lula y con su candidata. Se acusa al partido en el poder y a su fundador, el ex-sindicalista metalúrgico a cargo de la Presidencia, de buscar burlar las leyes electorales, de practicar un discurso excesivamente personalista (“yo hice”, “yo entregué”) y de faltar al verdadero espíritu republicano. Se lo critica por atacar en palco público a los medios de comunicación que, según sus palabras, apoyan a otros candidatos y buscan influenciar al elector con mala fe, sin explicitar sus preferencias políticas, escondidas detrás de una supuesta neutralidad periodística. “Nueve o diez familias dominan la prensa en Brasil”, dijo el presidente en entrevista al portal Terra. Las declaraciones de Lula fueron rebatidas por los medios, y merecieron una andanada de acusaciones de atentar contra la libertad de prensa. En el pasado, una tentativa de crear una autarquía que regulase la profesión del periodista fue enterrada luego de fuerte bombardeo mediático.
Eugenio Bucci es periodista y profesor de la Universidad de San Pablo. Entre 2003 y 2007 fue director de Radiobrás, organismo a cargo la TV y las radios públicas, además de una agencia de noticias y programas de comunicación, y fue secretario editorial del Grupo Abril, que publica la revista semanal Veja, una de las más firmes críticas del gobierno de Lula, explícitamente mencionada por el Presidente. Es autor de libros sobre periodismo y columnista del Estado de São Paulo, otro de los medios mentados por el mandatario.
Bucci ve polarización. De un lado, gente que apoya a la candidatura de Dilma, que acusan a sectores de la prensa de intentar un “golpe a la democracia”. “Lula no dijo eso, pero hay militantes que defienden la tesis del golpismo ”, aclara. Del otro lado, algunos ven en las declaraciones de Lula, cuando dice que sectores de la prensa actúan como un partido político, una amenaza para la democracia. “No creo que ninguna de las partes tenga razón, y si considero las declaraciones de Lula inaceptables es porque son generalizantes”, concluye Bucci.
El encono de Lula con la prensa tiene que ver con lo que el entiende ser un denuncismo exacerbado, asimétrico en contra suya. Pero más allá de las eventuales parcialidades, lo que la prensa brasilera publicó a lo largo de los casi ocho años de mandato fueron denuncias de corrupción política que marcan el aspecto más negativo de la “era Lula”. Cayeron grandes figuras del gobierno, inclusive uno de los fundadores del PT y predecesor de Dilma en la Casa Civil, José Dirceu, así como su sucesora, Erenice Guerra, que asumió en marzo último y renunció hace dos semanas, acusada de “tráfico d influencias”. El profesor y politólogo francés Olivier Dabenne opina, en una columna publicada por el diario Le Monde, que Lula decepcionó a su base más politizada, que creyó en la “utopía” del “modo PT de gobernar”: una revolución ética en la política. Que nunca ocurrió.
“Lula supo adaptarse al sistema político clientelista, privilegió el pragmatismo al enfrentamiento y se apoyó en las elites constituidas para gobernar, dejando de lado los principios fundadores del partido con una audacia desconcertante”, afirma Dabenne. En 2005, el llamado “escándalo do mensalão” marca el punto de resignación de la utopía. “Frente a un congreso fragmentado, el PT construyó mayorías puntuales a golpe de compra de votos. El esquema era simple: corromper a los oponentes para no tener que sellar alianzas demasiado incómodas. Cada mes, diputados de la oposición recibían soborno para votar los proyectos de ley del gobierno”, completa Dabenne, que fue agregado cultural del Consulado francés en San Pablo.
“Blindado”, “inoxidable” son algunos de los adjetivos dados a Lula por su capacidad de navegar por sobre los escándalos sin ver afectada su popularidad. Una mezcla de carisma nato con un gran esfuerzo de comunicación, sumados al clima de euforia económica son las causas de esta impermeabilidad. Que, sin embargo, no es necesariamente transferible: si Lula consiguió transformar a su poco conocida y poco carismática ministra en el candidato capaz de vencer una elección, eso no significa que el aura irá a perdurar. A Dilma le cabe el duro desafío de dar continuidad al trabajo de un presidente que sale del gobierno con un índice de popularidad altísimo, pero que deja grandes deudas y un escenario político complejo. Si el impulso actual en la economía, sumado a la herencia de un mundial de futbol (2014) y una olimpíada (2016), con el impacto que tienen en términos de inversión y visibilidad, auguran vientos favorables en la economía, aún es mucho lo que debe hacerse en términos estructurales. Educación, reforma fiscal, infraestructura y, sobre todo, reforma política son los temas que Brasil necesita que la futura presidente coloque en su agenda de prioridades. Es la oportunidad para Brasil de dejar de ser eternamente “o país do futuro”.